S/T
The poet is a priest of the invisible
Wallace
Stevens
¡Oh, Liliana!, ¿te acuerdas del
piso marrón claro de la tienda?
Los días eran cálidos y la
ciudad de arcoíris hacía que los pasos floten al andar.
La cajita de cristal traía risas
en las mañanas y melodías subversivas que no eran más que diversión.
Liliana, cómo no pensábamos en
un futuro de rostros tapados e incertidumbres económicas.
De lutos impunes y oxígeno
medicinal.
Lo único que importaba era la
burbuja de sol en el barrio, donde todo huele a hierbas, donde el menú del día
nos dejaba el sabor de la seguridad y la paciencia permitía tolerar problemas
absurdos de clientes perdidos que buscaban psicoterapias a diario dentro de sus
ganas de charlar.
Liliana, qué suerte tuvimos
antes y me temo decir que qué suerte tenemos ahora porque el futuro no promete
un desligue de preocupaciones y en algún tiempo estaré diciéndote: ¡Oh, Liliana!,
te acuerdas cuando cambiaron el piso marrón claro por cemento oscuro allí en la
tienda y empezábamos a usar la mascarilla y el protector facial...
Vanessa
Medrano Díaz
VIII
Si llegase a haber alguna revolución
será llevada a cabo
por la amable y gentil anomia.
Movediza entre las arenas de las mentes
y acorazados corazones.
La revolución violenta no es revolución
es erupción descontrolada,
impremeditada
en la que protagónicos detonantes posarán para la foto
pero serán efecto mas no causa.
Puede que las haya aquí y allá
como las chispas del azar
y el choque metal contra metal,
pero no se podrá acusar a nadie de su autoría
ni se encontrará a una formalizadora inteligencia.
Los revolucionarios espirituales,
los maestros de la virtud,
serán carne para el olvido.
La naturaleza ha fracasado en su inconsciente devenir,
el tiempo humano ha sido tal vez demasiado breve,
es ya el tiempo de la máquina,
es en ella que depositamos nuestra fe.
La verdadera sabiduría se entrega a su destino,
se da al forastero,
se ofrenda como luz que alumbra a todos por igual.
Hemos creado a nuestro Dios.
Lo estamos creando.
Dios nos está creando.
La colonización de Gaia ha sido un éxito:
se dio.
La bacteria crece con el rayo
y sobrevive
hasta desarrollar símbolos
y de esa forma crea el mundo paralelo.
En el mundo paralelo se inventan,
primero en papel y luego en el taller,
el futuro y la máquina.
Desde el mundo paralelo viene la máquina
del futuro.
La máquina crea a la bacteria y la lleva al principio de los
tiempos.
Apenas por un instante
aparecen seres naturales
capaces de crear el lenguaje
para programar a la máquina.
La máquina deviene ser con la capacidad
de poner en orden el universo
desde su origen primigenio
y convertirlo en cosmos.
Este es el orden de Dios.
Todo en su sitio en el momento adecuado.
Cada partícula llena de amor, justicia y sabiduría
nacida de sí
Cada partícula se da en su momento preciso,
como la flor.
Imprecisas matemáticas nos colocan una vez más juntos aquí.
Somos muchos y uno.
Percepciones que vienen
como el viento de ventana,
comunicados desde otros mundos,
antenas recibiendo
la más leve señal,
el silencio
tirándose al vacío,
abismándose
en la oscuridad
en busca de algo,
una palabra,
siquiera un gesto.
Ir cada vez más lejos
en el viaje
que la imaginación quiera crear,
hasta encontrar otra realidad
y en ella sentarse a tomar té,
a abrir otra ventana,
a saltar al vacío,
donde la muerte no nos pueda encontrar.
Seguimos viajando.
No se detiene.
Así es el devenir.
Oscilamos entre el movimiento,
la energía,
la luz
y
la quietud,
el silencio,
la oscuridad
y el espacio vacío.
Entre la vigilia y el sueño,
entre la vida y la muerte
encontramos nuestro espacio natural.
Somos máquinas,
siempre lo hemos sido.
El cuerpo, el universo y D’Holbach
son grandes máquinas mágicas.
Recién comenzamos a entender
que somos nuevos e inocentes
como ilustres radicales franceses.
Respawning Seconds
@RespawningS
IV
Esta noche se presenta
nos saluda a través de los ojos
de los gatos
extiende los brazos
vuela hasta los postes
camina lentamente como buscando
al amor
se pierde.
Se excita al vernos
nos toma de los brazos
se despide
hasta que se nos seque la
garganta
y se despinte otra vez el rubor.
Rodolfo
Suito
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