Instante
Ondea el agua en medio de sus ecos,
el cielo se camufla vagamente en sus cristales.
Serenidad acuífera, húmeda, translúcida… Eternidad.
Los patos silvestres silenciosos se esconden en sus plumas de
grafito
y navegan como balsas en el estanque
sin tinta ni relojes hacia lo indefinido,
hacia lo inexorable.
Fantasía de invierno
El viento sensitivo, helado y silencioso
cual susurro de nubecillas de algodón
va erizando el azul prodigioso
y va apagando los rayos de sol.
Un soplo de escarcha va y viene cadencioso
entre suspiro y suspiro, un sueño ideal.
¿Alguien solloza en el cielo brumoso?
No lágrimas, sino perlas de mar.
Un beso de cristal se quiebra en mis mejillas,
en mis manos se deshace un copo de paz.
Veo brillar la nívea fantasía
alzo los brazos y me echo a volar.
Fragancia
Aroma…
aroma azul se expande
refleja en la espuma visos quiméricos.
El fuego
arrastra su cabellera
en un derroche de tiempo y ocaso.
Un soplo de sal
musita estrellas
en el trazo perfecto del horizonte.
Espero el mar en los pies
en la desnudez anhelante del alma
a la orilla de la vida misma.
Vendrá una ola con su espuma
y soplará en mí sus cristales.
Claridad azul sobre la arena
inmensidad triste y constelada
como mi noche.
Pies dibujando universos bajo la niebla
de un verano sin calendario.
Sueños, rostros, pretéritos pasos
soledada noche de intermitentes ilusiones.
Margaret Roman
Oyanguren (Lima, 1997): Estudió Literatura y Lengua en la Universidad Nacional Enrique Guzmán y
Valle. Colaboradora de la revista literaria Canto
General. Sus poemas aparecen en diversos blogs de poesía como Korriente A,
etc. Cultiva las artes marciales y obtuvo el segundo puesto en el concurso de
poesía del XIII Congreso Nacional Lingüístico Literario (Ica). Ha publicado el
libro Noctámzul (2016).
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Huellas de ilusión
En cada mirada,
En cada sonrisa veo una razón para vivir,
Para volver a amar.
Una ilusión me atrapó, al verte llegar,
Me conquistó tu alma de niña,
Tu belleza matinal.
En cada palabra tuya,
Encuentro la paz de mi ser,
En cada caricia, un motivo para sonreír.
Tu figura en un instante se robó mi calma,
Nuestros cuerpos se unieron más
Y la tristeza quedó atrás.
En cada poesía mía estás tú,
Aquel recuerdo de tu cariño,
Aquella imagen en mi mente, de tu pasión.
Una sencilla ilusión me cambió el sendero,
Me llevó a un bello mundo,
Aquel que vive en mis sueños,
Aquel que le regalaste a mi querer vagabundo.
Hojas del corazón
Con una
sencilla mirada nació un gran amor
Y con una
suave sonrisa te robaste mi corazón.
En tus
palabras encontré la paz de mi ser,
En tus
caricias, saciar el deseo de mi piel.
Una bella
historia aquella noche se escribió,
Nuestras
almas desnudas y esclavas de una pasión.
Cada beso
tuyo fue como un dulce aliento
Y cada
abrazo mío como un fiel consuelo.
Las miradas
se unieron en un instante de silencio,
Las penas
quedaron en el olvido.
Fui dueño de
tu cuerpo, de tus entrañas,
Y mi
compañía, junto a tu cielo, me era extraña.
Hojas del
corazón caen después de un eterno querer,
Un recuerdo
que nunca va a morir,
Que siempre
va a volver.
Anthony Jesús Pretto Mejía (Piura, 1986)
Foto de Renato Pajuelo