Un nuevo título de próxima aparición es el libro Tribulaciones, de José Luis Montoya (Korriente A editores, 2017).
Prólogo
¿Sirve el arte para amontonar dinero y acariciar a los
gentiles burgueses?
Primer Manifiesto Dada
Al parecer el vórtice y el caos inexorable
de la posmodernidad no dan tiempo para pensar en nada más, salvo en la búsqueda
endemoniada de la productividad, la eficiencia y la maximización compulsiva de
las ganancias. El matiz de ironía sería la idea de responsabilidad social
empresarial. De hecho, las comunidades originarias de la Selva peruana y de
otras latitudes afectadas por la terrible contaminación de las industrias
extractivas (externalidades negativas de mercado) pueden impugnar legítimamente
esta gestión de sostenibilidad hoy de moda. Tal como lo dijo Daniel Bell en Las contradicciones culturales del
capitalismo, no es el tiempo de la cultura (sobre todo la que es crítica):
"La sociedad está preocupada por las cuestiones más urgentes y amenazantes
de la carestía, la escasez, la inflación y los desequilibrios estructurales de
los ingresos y la riqueza dentro y entre las naciones. Por estas razones, las
cuestiones culturales han pasado ahora a segundo plano".
La globalización no solo ha traído confort y
despilfarro, sino la generación de seres humanos residuales, irrecuperables
para la sociedad (el enajenado mental, el paria, el desahuciado). La modernidad
líquida, para Zigmunt Bauman[1],
es una civilización del exceso, la superfluidad y del residuo:
“La producción de ‘residuos humanos’ o, para ser más exactos, seres
humanos residuales (…) es una consecuencia inevitable de la modernización y una
compañera inseparable de la modernidad. Es un ineludible efecto secundario de
la construcción del orden (…) y del progreso económico (incapaz de proceder sin
degradar y devaluar los modos de ‘ganarse la vida’ antaño efectivos y que, por
consiguiente, no puede sino privar de su sustento a quienes ejercen dichas
ocupaciones)”.
¿Qué papel tiene el poeta en esta tragedia?
¿Debería ser un simple espectador o mudo testigo de excepción? ¿Para un
auténtico poeta contestatario todavía es legítimo eso de que “hay cosas más
altas que llorar amores perdidos” (Scorza dixit)?
Para el autor de este libro, la cuestión es
muy clara. La indignación y la crítica permanente deben servir como impulsos
vitales (justificaciones morales) para un poeta peruano de esta época
decadente. Montoya siente un desprecio absoluto por la Iglesia, la clase
política autóctona, el Estado peruano, los grupos de poder, los periodistas a
sueldo de los poderosos, etc. Es evidente la cercanía espiritual de Montoya al
furibundo y anárquico autor de Horas de
lucha y Pájinas libres. No sorprende
mucho que el diagnóstico social que realizó hace más de un siglo el poeta
anarquista todavía siga vigente. La corrupción, el peculado, el clientelismo,
el patrimonialismo, el autoritarismo rampante, etc. son males o lacras sociales
que son parte de la estructura básica de la sociedad peruana. Hoy como ayer
merecen ser denunciados en voz alta y sin ambages. ¿El poeta debe perder el
miedo de verse convertido en un panfletario y crítico social? Para Montoya, es
perentorio denunciar a los causantes de nuestra decadencia moral y
desestructuración social. Este es su propósito fundamental y lo demás lo tiene
sin cuidado.
Este libro es una firme recusación al statu
quo partiendo de certezas inexpugnables, pues tal como se señala en el poema
"Los pobres siempre se encuentran": Los pobres de este mundo siempre
estarán en el mismo lugar. / Y lo seguirán estando mientras no hagamos nada por
cambiar el sistema. Nos viene a la memoria el poema de Bukowski "Los
disturbios": He visto arder esta ciudad dos veces / en mi vida / y la cosa
más notable / fue la llegada / de los políticos / con posterioridad /
denunciando las fallas / del sistema (...) / nada fue corregido / la última vez
/ nada será corregido / esta vez / los pobres se quedarán pobres. No se trata
de una inocua coincidencia, pues el célebre dipsómano, autor de Escritos de un viejo indecente y Música de cañerías, es un referente
importante para Montoya. Y no solo él. En Tribulaciones
retumban los ecos terribles de El
Anticristo, de Nietzsche. Esto se hace más patente en el poema “Los
demonios de mi corazón”. Pero aún hay más. El celebérrimo autor de Así habló Zaratustra es nombrado en el
poema “Los genios son pobres y subempleados”.
En Tribulaciones sobresalen los versos descarnados, radicalmente pesimistas e imbuidos por un desasosiego total. No hay esperanza, si seguimos en la misma dirección, parece decirnos el autor. La recusación y el desprecio por la Iglesia y los políticos son notorios, pues hoy como ayer, la miseria está en los políticos. A despecho del pesimismo reinante y nihilismo misántropo del libro, hay un sitio para los versos anárquicos y anticlericales: “La miseria está en la Iglesia que oculta la pedofilia”. Por consiguiente, se hace un llamado a la acción directa. El poeta es el primer convocado, debido a su rebeldía e inconformismo innatos. De este modo, el autor reivindica la tradición del poeta-combatiente, del poeta activista. Mariano Melgar, Roque Dalton, González Prada, Javier Heraud, Edgardo Tello, Miguel Hernández, Kenneth Rexroth, Allen Ginsberg, Leoncio Bueno, Magda Portal y tantos más. Vida y poesía como un ethos de coherencia y dignidad.
¿Quedará una esperanza para los seres
humanos en esta época oscura? Montoya mantiene la esperanza en la poesía, en el
arte. De esta forma, un manifiesto esperanzador y libertario parece elevarse en
el poema “No nos cansemos de luchar” por encima del pesimismo y la cruda
denuncia:
Es la hora de salir de la cueva, hermanos, es hora de ponernos al frente con la espada y la adarga artística, es hora de combatir el marasmo oligofrénico que nos acorrala, como una enfermedad en metástasis, es hora de luchar y de morir por un cambio real que defenestre de una vez por todas esta época grotesca de la que somos víctimas.
En síntesis, el libro termina convertido en
una ardiente proclama que se eleva en medio de la desesperanza y la desolación,
producidas por una situación sociopolítica patética (la nuestra). El Perú no es
ni será súper mientras millones padezcan privaciones y angustia (en la Costa
Norte, Sierra y la Selva, lejos de una Lima centralista y prejuiciosa). Solo si
salimos de nuestro marasmo y egocentrismo rampante, podremos construir una
sociedad verdaderamente solidaria y humana, donde ningún individuo termine
convertido en desecho. Los políticos, los administradores de la decadencia y el
clero están sobrando. Una sociedad radicalmente nueva es la meta. El autor
apuesta por ella.
Márlet
Ríos
[1] BAUMAN, Zygmunt. Vidas desperdiciadas. La modernidad y sus
parias. Barcelona: Paidós, 2005, p. 16.
Algunos poemas de muestra de este libro que promete despertar conciencias:
Los pobres
siempre se encuentran
Los pobres siempre se encuentran en el mismo lugar.
Se encuentran buscando algo de comer en las bolsas de
basura,
se encuentran viviendo en esteras de calamina,
se encuentran debajo de un puente olvidado,
a orillas de un río colmado de mierda y desperdicios.
Los pobres siempre se encuentran en el mismo lugar,
pidiendo limosnas en las calles,
lavando autos en las cocheras de los supermercados,
vendiendo golosinas en los paraderos,
cantando canciones tristes en los microbuses.
Esos pobres, que miran a la gente de soslayo,
no pueden ocultar su horror,
no pueden dejar de llorar por las noches,
no pueden dejar de pensar en el suicidio.
Esos seres pobres, que van por el mundo, solos y
abandonados,
no tienen padre y madre, no como tú o como yo,
no tienen nada que comer, no como tú o como yo,
no tienen posibilidad de educación y trabajo, no como
tú o como yo.
Esos seres pobres, famélicos, enfermos, tísicos,
locos, desesperados,
no tienen ningún tipo de esperanza, no como tú o como
yo.
Los pobres de este mundo siempre estarán en el mismo
lugar.
Y lo seguirán estando mientras no hagamos nada por
cambiar el sistema,
mientras no tengamos piedad por el desvalido,
mientras sigamos votando por los mismos corruptos
degenerados.
Seguirán ahí mientras nos corrompa el consumismo,
mientras seamos esclavos del capitalismo,
mientras solo seamos parte de ese asqueroso engranaje
llamado individualismo.
Los pobres siempre se encuentran en el mismo lugar,
ellos nos esperan para ser salvados.
No nos cansemos
de luchar
No nos cansemos de luchar nunca,
la nebulosa oscura de la necedad no nos puede vencer,
los necios de siempre con sus ideas rácanas y absurdas, aquellos eunucos
enamorados de la globalización, los guarismos y la economía no deben hacer
mella en nuestro destino, no deben socavar ni menoscabar nuestra idea
artística, nosotros debemos y tenemos que acabar con lo zafio del mundo, con lo
prosaico de los gobernantes, con lo vacuo de sus ideas.
No nos cansemos de luchar nunca.
Nosotros somos los encargados de la lucha, nosotros
somos los que enarbolamos la bandera del arte, nosotros somos los que llenamos
con sangre el papel, nosotros somos quienes dejamos el último suspiro de
nuestro corazón en una hoja en blanco.
No nos cansemos de luchar nunca.
No permitamos que los estúpidos pisoteen nuestros
sueños, no dejemos que los inmundos ignorantes nos digan qué tenemos que hacer,
cómo ser felices, qué carrera estudiar, cómo comportarnos.
No dejemos que los bovinos de siempre nos manejen, nos
manipulen, decidan por nosotros. Es hora de salir y demostrarles que el arte es
el camino, que el verso es la senda, la lucha justa y honesta ante tanta
mierda. Es hora de demostrar la inteligencia rabiosa de la que estamos hechos.
No nos cansemos de luchar nunca.
No importa si tenemos las manos temblorosas, no
importa si la indignación nos supera el pulso, no importa si el temor nos
congela el cuerpo, no importa si la desesperación nos vuelve estatuas
petrificadas, nada es impedimento para luchar por lo que nos hace felices, por
lo que nos ilumina el alma, por lo que nos da un sentido a esta vida mediocre
de trabajos mal pagados, de universidades que mienten, de políticos carroñeros,
de periodistas mercenarios, de programas de televisión estupidizantes, de
modelos vacuos que enseñan los bíceps, de chicas perdidas que solo saben
mostrar el culo.
No nos cansemos de luchar nunca.
Es el momento del arte, es el momento del poeta
vomitando versos con sangre y pus rabiosa, es el momento del músico y la trova
literaria, es la hora del prosista y sus cuentos mágicos, es hora de los
pintores surrealistas que trasforman nuestro espíritu, es la hora de artista en
general, imponiendo y masificando sus dotes.
No nos cansemos de luchar nunca.
Es la hora de salir de la cueva, hermanos, es hora de
ponernos al frente con la espada y la adarga artística, es hora de combatir el
marasmo oligofrénico que nos acorrala, como una enfermedad en metástasis, es
hora de luchar y de morir por un cambio real que defenestre de una vez por
todas esta época grotesca de la que somos víctimas.
Por favor, no nos cansemos de luchar nunca.
Los políticos
sonríen como culebras
Ellos son unos reptiles, ellos no son humanos,
bajo esa sonrisa impostada,
se esconden lenguas bífidas como culebras,
se esconden ojos acechantes y diabólicos como
caimanes,
se esconden colmillos venenosos como las cobras.
Bajo esa carcajada solaz y en apariencia inocua,
se esconden seres reptilianos que quieren devorarte
como las anacondas, quieren asfixiarte como las boas,
quieren triturarte como los cocodrilos.
Si no tienes cuidado y te dejas embaucar,
esos reptiles que viven arrastrándose continuamente
aprovecharán su oportunidad para:
engañarte,
explotarte,
esclavizarte,
asesinarte.
Esos reptiles, que viven aparentando ser nobles bajo
sus sonrisas, y bajo sus máscaras humanas de bondad
no pararán hasta:
enajenarte,
constreñirte,
alienarte,
entorpecerte,
callarte.
Esos reptiles, que sonríen como culebras,
son nada más y nada menos que los políticos,
esos batracios nauseabundos de saco y corbata,
esas salamandras asquerosas que fingen bonhomía,
esas lagartijas pérfidas que se alimentan de la
traición.
Ellos son unos reptiles, ellos no son humanos,
bajo esa sonrisa impostada se encuentra la serpiente
que tentó a Adán, el demonio que engañó a
Judas,
el Caín que mató a Abel.
Si alguna vez los ves, no lo dudes: aléjate de ellos.
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