Ricardo Tello Neira
Los días combativos y de la poesía altiva
Nació el 11 de abril de 1916 en el Callao, aunque
sus días de infancia transcurren en la soleada y plácida Piura. En 1940 ingresó
a las filas del Partido Aprista Peruano y, debido a su coherencia y dotes
innegables de liderazgo, llega a ser secretario de Juventudes. Por aquellos
años, sufrió prisión en la tenebrosa y tristemente isla penal El Frontón. Junto
con Guillermo Carnero Hoke dirigió la revista Publicaciones de prosa y poesía. Informes humanos, en 1943. Luego
de la formación de los Poetas del Pueblo, en la primera mitad de la década del
40, se incorpora entusiastamente. Julio Garrido Malaver, Gustavo Valcárcel,
Manuel Scorza, Mario Florián, Antenor Samaniego, entre otros, integran este
grupo de poetas apristas, comprometidos con el cambio social y la acción
política. Luego de haber fracasado el levantamiento aprista del 3 de octubre de
1948, durante el gobierno del doctor José Luis Bustamante y Rivero, Tello
empieza su proceso de cuestionamiento político y doctrinario. Este proceso
culmina cuando decide renunciar, con mucho dolor, al PAP, organización por la
que padeció los rigores de la cárcel. Después de la fundación del Ejército de
Liberación Nacional, organización de la llamada Nueva Izquierda, en 1962, Tello
colaboró en su aparato clandestino, realizando “algunas tareas riesgosas”
(según Julio Dagnino, uno de los fundadores del ELN). Colaboró con el diario Marka y fue asesor de la Federación de
Empleados Bancarios del Perú. Su libro Alma
materia apareció, póstumamente, en 2008.
Los Poetas del Pueblo se nuclearon alrededor de la
revista Cuadernos Trimestrales de Poesía, surgida a raíz de los Juegos
Florales de la Universidad Nacional de San Marcos, de 1940. En la presentación
del primer número (enero de 1941), Eduardo Jibaja escribe lo siguiente: “(…)
estas páginas son la voz de una generación, voz sin arrugas ni canas. Estos
poetas se han cortado las manos y las rodillas: así no suplican nada ni se
humillan ante nadie. Fuertes en su juventud, puros en su interés, dignos en su
verdad, rectos en su actitud, saben dónde está el hombre y dónde el poeta. (…)
La mayoría poetas florales, tienen un timbre: la angustia, y una raíz: el
pueblo. Tal vez se les escuche cuando todos hayan muerto. Habrá que exhumar más
huesos. Y mientras tanto, ahora callan porque hablarán después (…)”.
La herrumbre enardecida
Fuego
de colibríes jugando entre las olas
los
matices extraños de la tarde.
Y
en las playas, del fondo,
sale
el vahar humano de los hacinamientos.
La
herrumbre enardecida
bajo
los techos, rejas y galpones:
Ahí
están los prisioneros
asidos a su hombría
con
su infinito adentro, sus bemoles,
y
su hombruna existencia en los riñones.
Y
mueren los matices de la rosa incendiada
en
una exhalación de huesos y almas.
Y volvió el furioso verano
Y
volvió el furioso verano
sobre
la isla.
Y
en los acantilados
las
olas de nuevo trizan
los
inmensos espejos
de
las gaviotas.
Querida:
la
mar brava azota
el
corazón de mis caballos
que
tú conoces:
los
caballos del mar que se encabritan
husmeando el horizonte.
Los caballos y
ese
rumor de muerte diluyéndose
contra la vida intensa
…el
coro gregoriano de los lobos
marinos en las peñas
y el son de los testículos
cantores.
No es un tiempo liviano
No
es un tiempo liviano el que camina:
Lentos
son los meses y años del prisionero,
Sus
sueños de amor solo soñados.
Son
más largas las horas, los días
y
las noches que nos quitan el agua
–la
dulzura antes inadvertida del agua–
a los sedientos.
Los
lobos dando tumbos
juegan
entre las olas.
Y
en los tubos del ser el espinazo:
El
espinazo de la sed terrible
que
restallante surca sus gargantas.
Las
intensas vocales instintivas
crecen
en el martirio
y
el animal se encrespa
el
tiempo casi inmóvil y el espacio:
Los
médanos que claman en la noche
y
las lenguas de trapo que arden
en el infierno.
¡Madre,
madre!
¡Largo
y peludo el rabo de la usura
alimenta
el cadáver de los inquisidores!
La casa de Zapata
Un
joven sol de octubre camina entre la niebla
llega
sobre Surquillo y llama a los balcones
de una pequeña casa.
Delia
y los niños que viven esperando.
asoman
sus cabezas para saber quién llega.
¡Es
el sol, apúrense es el sol!
Con
cucharitas recogen la luz de la mañana
para
endulzar el té del desayuno.
En
un pequeño macetero verde canta un
geranio alegre
que
los niños riegan todos los días
para
que crezcan los sueños de su padre.
Y
la pequeña Zoya (cinco años tristes
pendientes
de la puerta) aprendió a unir
palotes
en la plana:
¡LUIS ZAPATA NO HA MUERTO:
QUE VIVA LUIS
ZAPATA!